A dos meses del atentado contra la Vicepresidenta, la joven rompió el silencio, asegura que tiene miedo y se despega de la planificación del ataque.
Agustina pasó un mes y medio presa, sospechada de ser cómplice de Brenda Uliarte y Fernando Sabag Montiel en el intento de magnicidio de Cristina Fernández de Kirchner. La Cámara Federal le concedió la excarcelación.
Se la señaló como integrante de “la banda de los copitos”, nombre con el que se bautizó a la organización que planificó y ejecutó el ataque del jueves primero de septiembre en el barrio porteño de Recoleta. Ella desmiente con insistencia haber tenido algún tipo de participación.
Díaz tiene 21 años y estuvo detenida en la Unidad 31 de mujeres de la cárcel de Ezeiza. Recuerda esos días con dolor. “Fui separada de mi familia, fue muy difícil. Lo más complicado fue estar ahí sola”, asegura. Pide destacar en la entrevista que recibió muchos cuidados mientras estuvo en prisión. Agradece “a los efectivos del Servicio Penitenciario Federal y de la Policía de Seguridad Aeroportuaria”.
Prefiere no mostrar la cara: “Quiero mantener mi privacidad. No quiero tener más exposición de la que ya tuve. No me gusta. Tengo un miedo constante de que me pueda llegar a pasar algo. Uno nunca conoce los límites de las personas”, se justifica. No quiere hablar de su vida privada.
En el teléfono de Brenda Uliarte se encontraron conversaciones comprometedoras con Agustina, tanto previas como posteriores a aquella imagen del arma en la cabeza de la Vicepresidenta. De esos chats se infiere que ella estaba al tanto del plan. “Nunca le creí lo que me decía, eran delirios”, repite hoy.
Desde un aviso simple y directo como “voy a mandar a matar a Cristina” a una recomendación del 2 de “deshacerse del celular” del día después, pasando por el intento trunco del sábado 27 de agosto, el día de las vallas y los incidentes. Todo quedó registrado en la charla de WhatsApp entre Uliarte y Díaz.