El 15 de agosto de 1988, el médico argentino Julio Palmaz patenta su invento: el Stent. Lo desarrolló durante 10 años en Estados Unidos, y es la malla metálica que se utiliza en todo el planeta para mantener abiertas las arterias coronarias, después de destaparlas.
El camino hacia el desarrollo del stent no fue un proceso rápido ni exento de obstáculos. Palmaz describió su creación como un proceso gradual y sorprendente en su impacto. A pesar de que el stent ha llegado a ser conocido por su amplia aplicación en la medicina cardiovascular, en sus inicios generó resistencia y desconfianza.
La novedad del dispositivo, que implicaba una técnica disruptiva, encontró barreras en la comunidad médica y enfrentó críticas por parte de algunos sectores.
Lo que en principio fue un debate médico, evolucionó hacia una batalla legal por la patente del stent. El éxito del dispositivo generó la envidia de competidores que intentaron reclamar su autoría. Esto llevó a Palmaz a una lucha prolongada en los tribunales para proteger sus derechos y asegurar el reconocimiento que merecía.
Palmaz, sin embargo, no limitó su genialidad a una sola invención. Además del stent, se convirtió en el cerebro detrás de numerosas innovaciones en el campo de la medicina cardiovascular. Con alrededor de 450 patentes a su nombre, Palmaz demostró su dedicación y pasión por mejorar la salud y bienestar de las personas a través de la ciencia.