En su nuevo libro, Maggie Nelson, autora de “Los argonautas”, ahonda en los múltiples significados de esta palabra. ¿Cómo hacer para que deje de ser solo una idea abstracta?
La libertad. Un tema filosófico recurrente. Concepto enorme con cada vez más significantes y, a la vez, vaciado de contenido. Al comienzo de Sobre la libertad: Cuatro cantos de restricción y cuidados, la californiana Maggie Nelson aclara (o admite) que, a esta altura de la historia, otro libro que aborde el tema podría parecer innecesario. Después, a pura reflexión, contenido y —en un bonus de lujo— estilo narrativo, desmiente su advertencia. Sí se puede seguir pensando sobre el tema. Es más, se debe.
“El problema reside, en parte, en la propia palabra libertad, cuyo significado no acaba de ser evidente ni compartido por todos. De hecho, funciona más como la palabra Dios en el sentido de que, cuando la utilizamos, nunca sabemos realmente con seguridad de qué estamos hablando”, dice. Editado en español este año por Anagrama, Sobre la libertad salió en inglés en 2021.
Fue una larga espera después de su celebrado Los argonautas, de 2015 —que ganó el National Book Critics Circle Award—, unas memorias reflexivas, “auto-teoría”, dice ella, en donde documenta el cambio en su cuerpo durante el embarazo de su hijo Iggy, y en el de su pareja, el artista queer Harry Dogde, durante su transición de género. La historia le sirve para reflexionar sobre el deseo, la identidad y la forma de la familia, en paralelo a las posibilidades y limitaciones que dan el amor y el lenguaje.
Nelson es, de alguna forma, una ensayista del yo. Crítica cultural y poeta, de-genera los géneros y se usa a sí misma como materia prima. Así lo hizo en Jane: A Murder (2005), donde cuenta —en un largo poema entre la elegía y el true crime— el asesinato de su tía en 1969. Bluets (2009), por ejemplo, es una prosa poética documental que indaga sobre el color azul en juego con la tristeza y medita filosóficamente alrededor del duelo y la soledad existencial.
El primer germen de Sobre la libertad apareció en El arte de la crueldad (2011), en donde analiza obras donde que mezclan la hermosura con lo monstruoso, como la poesía de Sylvia Plath, las performances de Yoko Ono o Marina Abramovic, las pinturas de Francis Bacon, las películas de Quenten Tarantino, el cine de Michael Haneke y todo lo que sitúa en la frontera en donde confluyen la estética, la ética, la moral, el “buen gusto” y, el quid del asunto, el poder catártico de la crueldad.
Sobre la libertad explora los temas que la mayoría evita y lo hace con una contundencia tan académica como coloquial. La pluma es además poética y a veces hasta graciosa. No es literatura, pero se lee con esa facilidad. No es autobiográfico, aunque habla de ella. Entre los talentos de la autora, de frente va el de poner el dedo en todas las llagas. Cómoda con la incertidumbre, Nelson hace filosofía del yo. Sin juzgar o proponer soluciones, observa, muestra lo que ve y diagnostica, como una médica existencial, la crisis de la actualidad.
La gran Maggie Nelson no está interesada en involucrarse con pensadores históricos como Jean-Paul Sartre o Simone de Beauvoir, pero sí se mete de lleno en las mismas cuestiones y preguntas. Polifacética no solo en géneros de discurso, sino también en corrientes filosóficas, Sobre la libertad parece una conversación. Con pares y mentores tangibles, pero también por ejemplo con Michel Foucault, los feminismos, la teoría queer y un etcétera amplio y casi infinito.
Para esto, Nelson toma para los cuatro ensayos —igual que para sí misma— la naturaleza cambiante del concepto “libertad”, a la que propone como “un billete de tren reutilizable”. Con esto en mente, invita a quien lea a viajar con ella en el análisis de la libertad o su falta, poniendo el foco en los temas más apremiantes del momento. Se mete en el ojo del huracán y trabaja con la pandemia, el debate sobre el consentimiento sexual, el cambio climático, el papel del artista a la hora de la creación, la discriminación racial, las drogas. Pone en duda todo. Se instala en la inquietud, cómoda.
En el primer ensayo, sobre el arte, desmenuza el debate sobre la cancelación y examina cómo la libertad de objetar lo que se podría considerar nefasto está muy cerca de “la lógica homogeneizadora de la paranoia”. Su segundo tópico es una “balada del optimismo sexual”.Ahí se hace preguntas sobre el consentimiento y la coerción, también piensa en la variedad de preferencias sexuales y apunta contra la tan en boga “responsabilidad afectiva”, ya que, analiza, podría reforzar “las dicotomías defectuosas de inocente/culpable, peligroso/no peligroso, desechable/digno, de las que depende el estado carcelario”.
Nada detiene a Nelson, que atraviesa la incomodidad posible y planta bandera. En la tercera parte explora las drogas y los cánones en la literatura, la música, el star system y hasta el feminismo. El paseo va desde Madame Bovary, de Gustave Flaubert, y El almuerzo desnudo, de Willian Burroughs, hasta Billie Holiday y Courtney Love, entre otros hitos. Para cerrar, abre las persianas y examina a plena luz cómo el negacionismo climático oscurece el campo semántico de libertad usándolo a su favor y dice que eso lleva a una dicotomía suicida, en donde el lema es “denme libertad o denme la muerte”.
Escribir sobre la libertad es un salto al vacío. La reflexión y/o debate es un intento de explicación, un paradigma abstracto que rige la concepción de la relación entre personas, con la sociedad y también con el mundo natural. Atisbos de una definición que se escapa como el agua de un puño. Claro que Nelson se iba a tirar de clavado en esa pileta.
“No sigas leyendo si quieres hablar de libertad”, es lo primero que escribe y así da pie a las absorbentes 400 páginas que siguen. En la introducción cuenta que la idea de enfocarse en esta palabra de concepto inasible tuvo dos raíces. “La primera tiene que ver con mi permanente frustración por cómo la derecha política se ha apropiado de ella”, aclara. La segunda, puntualiza, son sus reservas con “la retórica emancipadora” del pasado, que se basa, explica, en “mitologías de revelación, revueltas violentas, machismo revolucionario y progreso teleológico” y por eso, entonces, esa “nostalgia por las ideas de liberación anteriores” suele parecerle “inútil o peor”.
Esta forma tan Nelson de extrañar lo naturalizado para buscar el hueso de un asunto es la que vuelve a aplicar en su último libro para pensar, en cuatro ensayos, lo inasible, pero puesto explícitamente en palabras. La invitación que deja Sobre la libertad en la mente es que habría que replantearse el concepto de libertad para que se base más en el respeto a los demás y menos en una idea abstracta.