Hoy, 9 de noviembre es el Día Mundial de la Adopción con el fin de crear conciencia y sensibilizar a la población mundial sobre la importancia del tema.
La adopción es una maravillosa forma de proteger a un niño privado de cuidados parentales para que pueda desarrollarse de la mejor manera posible. También, por añadidura, puede ser una fuente de felicidad para todos los miembros de la nueva familia. En ese sentido, es un acto en el cual interviene el amor.
Sin embargo, los psicoanalistas sabemos que los sentimientos humanos son complejos; en la adopción intervienen otros factores emocionales que a veces pueden expresarse y otras silenciarse, pero no por ello dejan de producir efecto. La vida implica conflictos propios de la relación entre las personas que son importante conocer y abordar para evitar que se conviertan en dificultades insalvables.
Hay que admitir la existencia de dos historias en la vida de los niños y adolescentes adoptados: la del origen –conocida o no, pero siempre fantaseada, tanto por los padres adoptantes como por el mismo niño– y la de la adopción, exitosa o frustrada. No podemos soslayar que, en algunos casos, este proceso se dificulta hasta el punto de producirse -con más frecuencia de la que se cree- devoluciones de niños y adolescentes en el periodo de guarda. Esto es especialmente nefasto para ellos, que de alguna manera pueden revivir el supuesto rechazo de sus padres biológicos.
Para ayudar a que el proceso llegue a buen término, querría enumerar lo que llamaré factores de riesgo y factores protectores, que en algunos casos podrían obstaculizar y en otros favorecer el proceso de constitución de la nueva familia. Estos factores son, muchas veces, inconscientes.
Algunos de los factores de riesgo sobre la adopción
- La excesiva idealización de la adopción como un hecho que soluciona todos los problemas, sin tener en cuenta las posibles dificultades que surgen en cualquier relacionamiento humano.
- La desvalorización –aunque no sea explícita- del origen del niño, niña o adolescente.
- Las maniobras ilegales o poco claras –con el argumento de acelerar el trámite- pueden alterar la futura relación entre el niño y sus padres.
- Por otro lado, es importante que los padres adoptantes comprendan que, al principio, el niño o adolescente puede tener un comportamiento hostil o agresivo, por temor a que se repitan experiencias previas de abandono o maltrato y, a la vez, como forma de poner a prueba la incondicionalidad de los nuevos padres. Si los padres, sin asustarse por ello, reaccionan de forma contenedora y tranquila, es probable que este comportamiento –en el fondo defensivo- vaya cediendo paulatinamente.
- La habitual rebeldía de los adolescentes puede llevarlos a desafiar a los padres adoptivos cuestionando su legitimidad. En este caso, es importante que los padres lo ayuden pero a la vez resistan a dicho cuestionamiento, con la seguridad de estar ejerciendo una paternidad genuina, renovando así su deseo de ahijar. Esta actitud reforzaría en el adolescente el sentimiento de ser deseado, necesidad ineludible de todo ser humano.
Los factores protectores de la adopción
- La disponibilidad adoptiva, o sea estar dispuesto al niño que llegue sin preconceptos.
- Considerar la adopción como un relevo, respetando la historia previa, aun prenatal, del hijo.
- Tolerar que el niño fantasee con los progenitores biológicos y con su origen y que en la adolescencia eventualmente quiera averiguar sobre ellos. El “nido” construido no va a desmoronarse por ello.
- Cuidar la intimidad familiar. La adopción es un proceso íntimo que, si bien no debe ser ocultado, tampoco conviene que sea divulgado en forma indiscriminada y a veces prematura.
- La evaluación preliminar de los aspirantes a guarda con fines adoptivos debería ser tomada como algo útil y no como un examen que se pueda reprobar y por lo tanto quedar afuera de la posibilidad de cumplir sus deseos. También es necesario, una vez que se produzca el encuentro, un acompañamiento de la Institución a cargo, a lo largo del cual los aspirantes puedan plantear sinceramente sus dudas y dificultades sin temor de que les saquen al niño o al adolescente. Al contrario, expresarlas refleja su disposición a realizar la experiencia lo mejor posible.
La familia por adopción requiere tiempo para constituirse. La misma convivencia va creando y afianzando vínculos. La palabra ayuda a esta construcción, elaborando un relato familiar con aportes de todos los miembros, un relato dinámico que irá creciendo con la familia. Los psicoanalistas podemos colaborar en esta tarea.