La asombrosa historia del latín, la lengua madre de muchas lenguas modernas. Desde su origen en la antigua Roma hasta su influencia en el pensamiento, la literatura y la comunicación a lo largo de los siglos, descubriremos cómo esta lengua clásica ha dejado una huella indeleble en el mundo.
l latín es una lengua indoeuropea, como prácticamente todas las lenguas que hoy se hablan en Europa (las únicas excepciones son el grupo finés-húngaro- estonio y el vasco).
Los indoeuropeos eran un pueblo que en el IV milenio a.C. vivía en una zona próxima al mar Negro y hablaba una lengua común: protoindoeuropeo. Alrededor de 3000 a.C., comenzaron a expandirse hasta ocupar toda Europa y llegar por el este a Irán y la India. La lengua indoeuropea, con el tiempo y con el distanciamiento entre sus hablantes, se fragmentó en varias familias: indo-irania, balto- eslava, germánica, celta, itálica, griega, hitita, etc.
Hacia el año 1000 a.C., el latín era una más de las antiguas lenguas que se hablaban en la península itálica. Las más importantes eran el celta, en el valle del Po, el etrusco, en la Toscana, el latín-falisco y el osco-umbro, en el centro, y el griego, en el sur (la Magna Grecia).
Todas eran lenguas indoeuropeas, excepto el etrusco. Al principio el latín solo se hablaba en el Lacio, una pequeña región alrededor de Roma, pero los latinos fueron sometiendo uno tras otro a todos los pueblos itálicos. Junto con las legiones iba el latín, de modo que hacia 100 a.C. Se hablaba en toda Italia y hacia el año 100 de nuestra era ninguna otra lengua, excepto el griego, se hablaba ya en la península itálica.
La difusión del latín: un viaje a través de las fronteras lingüísticas
Sometida toda la península, comienza la expansión fuera de Italia. La primera guerra exterior fue contra Cartago (hoy Túnez) por el control de Sicilia. Mientras Aníbal invadía Italia, los romanos atacaron las bases que los cartagineses tenían en Hispania, de modo que, al acabar la guerra con la victoria romana, el poder y la lengua de Roma se extendieron enormemente, convirtiéndose esos territorios en provincias romanas. En Hispania los romanos crearon dos provincias, la Hispania Citerior y la Ulterior (197 a.C.).
En la zona oriental, los romanos conquistaron gran parte del antiguo imperio de Alejandro Magno; pero en esas provincias, desde Egipto y Grecia hacia el este, se hablaba griego.
La evolución de la gramática latina y su impacto en las lenguas modernas
Los romanos tomaron de los etruscos el alfabeto, que a su vez lo habían ‘cogido’ de los griegos.
Sufrió varias modificaciones, pero en época clásica era este: A B C D E F G H I K L M N O P Q R S T V X Y Z.
No había signos de puntuación ni minúsculas, que empiezan a utilizarse en la Edad Media, con Carlomagno (ano 800). La V era la vocal “u” (VINVM = uinum). Algunas letras se usaban como números.
El alfabeto latino se extendió por todo Occidente (de ahí que podamos leer en ingles, alemán, finlandés aunque no entendamos nada). El primer texto escrito en latín son unas palabras grabadas en una fíbula del siglo VII a.C. y dice (es la propia fíbula la que habla): Manivus me fecit Nvmerio (Manio me hizo para Numerio).
A la hora de leerlo, las particularidades del latin mas elementales son las siguientes:
Acento: el lugar del acento está condicionado por la cantidad de la penúltima silaba. Si esa silaba es breve (ă), la palabra es esdrújula; si es larga (ā) o siguen dos consonantes, la palabra es llana; no hay palabras agudas. Así, popŭlus se pronuncia /populus/; imperātor / imperator/; december /dekember/.
- La letra “c” siempre se pronuncia /k/: Cicĕro /kikero/.
- La letra “g” siempre ga, gue, gui…: genĕra como en español guenera. m La “u” y la “v” siempre se pronuncian /u/: qui /kwi/ como en cuidado; sanguĭnem /san-gwi-nem/.
- La “h” nunca se pronuncia: habĕo /abeo/; pulcher /pulker/.
- La “ll” como dos eles, en silabas diferentes: bellum /bel-lum/ .
- Hay que evitar un error muy corriente entre los espanoles, porque “ae” es un diptongo: rosae /ro-sae/; Caesar /kae-sar/. Asi, ahora podemos leer los primeros versos de la Eneida:
Arma virumque cano, Troiae qui primus ab oris Italiam fato profŭgus Laviniaque venit
Lectura: árma wirumkwe kano, tro-iae kwi primus ab oris italiam fato profugus la-wi-niat-kwe wenit
Traduccion: “Yo canto a las armas y al hombre que, forzado a huir por el destino, fue el primero en llegar desde las costas de Troya a las (playas) lavinias”. Es decir, al Lacio.
La influencia y el respeto del latín hacia el griego en la historia lingüística
Cuando los romanos entraron en contacto con los griegos, reconocieron la superioridad de su cultura y, aunque después convirtieron a Grecia en una provincia mas, no impusieron el latín, sino que, como dice Horacio: “La conquistada Grecia conquisto a su fiero vencedor y llevo las artes al agreste Lacio”.
Así, la influencia griega se manifiesta ya en las primeras obras de la literatura romana: los Anales (registros de los acontecimientos de Roma) se escribieron al principio en griego; la primera obra literaria fue la traducción de la Odisea al latín por Livio Andrónico, etc.
Esa admiración de los romanos por la cultura griega les hizo aprender griego y viajar a Grecia para asistir a las escuelas de oratoria y filosofía. Pronto asimilaron el concepto griego de cultura: “Quien no habla griego es un bárbaro”. Naturalmente, se incluyeron: “Quien no lee a los autores griegos y latinos es un bárbaro” (palabra onomatopéyica, “bar-bar”, que imita el balbuceo de quien no hablaba bien el griego o el latín).
Así, los autores romanos imitan, traducen y, algunas veces, igualan e incluso superan a los antiguos autores griegos. Recordemos algunos, la mayoría de los siglos I a.C. y I. En poesía: la Eneida de Virgilio, Horacio, Catulo, las Metamorfosis de Ovidio… Oratoria: Cicerón. Historia: Tito Livio, Tácito, las Guerras de las Galias de César… Filosofía: Lucrecio y Séneca. Comedia: Plauto. Fábula: Fedro. Novela: el Satiricón de Petronio y El asno de oro de Apuleyo. Y Juvenal en la sátira. Y en el campo de las ciencias: la Historia natural de Plinio el Viejo o los X libros de Arquitectura de Vitruvio.
En el siglo I una nueva religión, el cristianismo, empezó a extenderse desde Oriente por todo el Imperio. Su doctrina estaba toda ella escrita en griego (los Evangelios, el Apocalipsis…, incluso las cartas que san Pablo enviaba a los romanos).
Los cristianos de Roma tenían que aprender griego para leer las palabras de Cristo. Pero finalmente surgieron también grandes autores cristianos que escribieron en latín: san Ambrosio, san Agustín, etc. Y san Jerónimo, que tradujo la Biblia al latín, conocida como la Vulgata, el texto oficial de la Iglesia en la Edad Media.
La presencia y legado del latín en Hispania
En 395, el emperador Teodosio, ante el empuje de los pueblos bárbaros, divide el Imperio entre sus hijos: Arcadio recibe Oriente (lo que luego será el Imperio bizantino) y Honorio, Occidente. Pero en 476 destronan al último emperador romano, Rómulo Augústulo. Los habitantes de las ciudades huyen al campo, los nobles se refugian en los castillos y los hombres cultos se recluyen en los monasterios. Las ciudades se despueblan: Roma, de tener casi un millón de habitantes, pasó a contar con 50.000.
Los habitantes de Hispania, los hispanorromanos, hablaban latín y eran cristianos, pero ya no estaban sometidos al emperador, sino a un rey visigodo extranjero. Los nobles germanos, que eran cristianos, pero de la herejía arriana, se romanizaron, se pasaron al cristianismo y, dejando de lado su lengua (el gótico), también hablaron latín.
Esta situación duró hasta la invasión árabe en el año 711. Los árabes impusieron su lengua en toda la península (por cierto, entre las primeras tropas musulmanas se contaba un gran número de hablantes latinos de las provincias romanas de África).
El latín solo se mantuvo en una estrecha franja de las cordilleras cantábrica y pirenaica. Hacia el año mil, el latín de esa franja, mal comunicada entre sí, ya se había convertido en tres lenguas diferentes: gallego, castellano y catalán. Durante la Reconquista estas lenguas se expandieron verticalmente hacia el sur en tres zonas, tal como han quedado hoy. Así, todos los habitantes de la península, menos los vascos, no hemos dejado de hablar latín en cierto modo, pero no hablamos el mismo latín.
Tras el descubrimiento de América, el latín, transformado en castellano, portugués y un poco de francés, ocupo desde Europa toda América del Sur y del Centro: la que por ello se denomina América “latina”.
Las lenguas romances: ramas del latín en la evolución lingüística.
La evolución de las lenguas suele explicarse mediante un árbol genealógico en el que, a partir del tronco de la lengua madre, en un determinado momento brotan ramas, las lenguas hijas, de las que a su vez pueden salir otras. Pero es una imagen falsa: una lengua no muere en una generación y en la siguiente nace otra, sino que cada día, imperceptiblemente, cambia un poco y, al cabo de mucho tiempo, resulta irreconocible.
El árbol genealógico explica bien la relación entre las lenguas, pero el proceso hay que verlo mejor así: un idioma es como una gran mancha de un determinado color (lengua madre), pero en verdad ya tiene zonas con tonos diferentes (dialectos), que lentamente acentuaran sus diferencias hasta convertirse en manchas bien definidas de un color distinto (idiomas). El paso del latín clásico a las lenguas romances lo podemos ver ya en los grafitis de Pompeya, que reflejan el habla coloquial del siglo I.
En castellano, hay un momento en el que un monje de La Rioja tiene que añadir notas al margen en un texto latino, porque ya no se entiende: estamos, pues, ante dos lenguas distintas. Así, anota (Codice emilianense, 60, glosa 89): in saecula saeculorum = enos sieculos de los sieculos (“en los siglos de los siglos”).
Hay 140 glosas como esta en castellano, y dos en vasco (aquí están las seis primeras palabras escritas en vasco). El castellano perdió, como todas las lenguas romances, la declinación, la distinción entre vocales largas y breves, el neutro, etc. Y, como características propias, perdió la f- inicial (fabam > haba); apareció el fonema “jo ta”: proxĭmum > prójimo, y un larguísimo etcétera. Pero también conservamos muchos elementos del latín que a veces ignoramos: m Declinamos sin querer: nominativo = yo; acusativo = me; dativo = mi; ablativo = conmigo; plural = nosotros, nos. Y así: tu, te…; el, la, lo, le…
- Tenemos neutros: esto, eso, aquello, algo…
- Mantenemos neutros plurales en -a (falsos femeninos): lena es el plural de lignum; fruta, de fructum; hueva, de ovum, etc.
- Usamos locuciones latinas: opera prima, grosso modo, etc. Y sobre todo sentencias del derecho romano: habĕas corpus…
La lengua culta
El latín, como lengua coloquial, murió metamorfoseado en las lenguas romances, pero el latín ciceroniano siguió utilizándose como lengua de cultura en toda Europa hasta el siglo XVIII. Ya en la Edad Media, muchas obras griegas de Aristóteles, Ptolomeo, Galeno, etc. se conservaron gracias a las traducciones árabes, que luego fueron traducidas al latín en la Escuela de Toledo, desde donde se difundieron por toda Europa.
Quien quería ser leído, y no arriesgarse a pasar desapercibido, debía publicar en latín. Copérnico escribió en latín el libro donde defendía su teoría heliocéntrica (1543). Lo mismo hicieron Galileo y Kepler, que se quejo a Galileo cuando este publico algunos escritos en italiano. Y Descartes, que primero publico en francés el Discurso del método (1623), lo tradujo después al latín para darle mas difusión, y es en latín como se conoce su celebre Cogĭto, ergo sum. También Linneo publico en latín su Systema naturae (1735), en el que clasificaba, con nombres latinos, todos los animales y plantas conocidos.
Pero, sin duda, la obra mas importante escrita en latín fue el Principĭa Mathematĭca de Isaac Newton (1686). En ella no encontramos la conocida formula de la gravitación universal que todos hemos estudiado, pues la expreso con estas palabras en latín: Gravitātem in corpŏra universafiĕri , eam – que proportionālem esse quantitāti materĭa in singŭlis… esse reciprŏce ut quadrātum distantĭa. “Que la gravedad ocurre en todos los cuerpos, y es proporcional a la cantidad de materia de cada uno… y es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia.”