Escriba en la pizarra cien veces, “yo no estoy por encima de las mujeres” y luego escriba cien veces “tolerar el machismo es machismo”, son apenas dos de las viñetas de “Homo Machus, de animales a hombres”, algunas de las cuales te compartimos más abajo en este artículo.
En su primer libro sobre el tema, el diseñador gráfico e ilustrador español, Javier Royo, conocido como Javirroyo (Zaragoza, 1972) entra en la mente del macho alfa y en sus réplicas en la sociedad, que contaminan la casa, el trabajo y el cuerpo de las mujeres.
Las va trazando con maestría en sus dibujos. Sintetiza y nos enrostra sus consecuencias con hombres encadenados en su rol tradicional y con historias de mujeres, tantas, muchas, todas, que han sufrido algún tipo de violencia, abuso, acoso.
Todo empezó con el caso de La Manada -la violación grupal en 2016 a una joven en Zaragoza-. Javirroyo comenzó a publicar viñetas en Instagram.
“Me indignó el tratamiento que hicieron de la víctima, poniéndola en tela de juicio y revictimizándola. Diciendo, bueno, igual quería algo, ¿porque se metió al portal con esos chicos? Y fui muy guerrero porque me quemaba dentro, no lo podía entender.”
Por eso su editora lo alentó.
“Tenía tantos libros de mujeres sobre esto, pero qué pasaría si un hombre… Y ahí está el giro, realmente. No iba a contar lo que sufre una mujer, eso sería un mansplaining horrible. Pero puedo decir, ‘hey yo inicié un camino para intentar entender lo que está ocurriendo'”.
Habló con amigas, colegas e invitó a sus seguidoras de Instagram a compartir sus experiencias. En 24 horas había recibido casi 400 historias, “desde acoso en un transporte público a una violación dentro de la familia, cosas brutales”.
Algunas de ellas las relata en “Homo Machus”. Pero su activismo recién empezaba, porque después publicó “Laborachismo”, sobre la brecha en el mundo del trabajo, y ha sido nombrado embajador de Positively Men de la UNESCO por el compromiso con las masculinidades positivas y la igualdad de género.
De animal a hombre es el epígrafe de tu libro. ¿Cómo sería ese proceso de humanización?
Tengo amigos de todo tipo, algunos podrías tildarlos de más testosterónicos, más alfa, digamos, y gente que es más empática hacia las mujeres.
No partimos todos del mismo punto.
El problema no está en la naturaleza de cada uno, que tiene que ver con tu educación, tu forma de ser, mil cosas.
El problema está en la mirada hacia la mujer, en cómo ves a un humano que simplemente tiene genitales diferentes y pechos más grandes.
Nunca he entendido cosas que vienen, te iba a decir del porno, pero no es solo con el sexo; en todas las series de televisión están los roles de cómo nos tenemos que comportar ante las mujeres y de cómo ellas nos tienen que responder, desde una serie de dibujos animados al propio porno.
Ya cuando naces te lo explican. A las mujeres les ponen pendientes y falditas para estar monas para los hombres, y a los hombres les ponen pantalones cortos para que conquisten el mundo.
Es algo que nos viene trazado.
Viviendo en esta sopa cultural, es normal que seamos machistas. Lo difícil es ir tirando de ese hilo y hacer que los hombres lo empiecen a hacer. El primer paso es que le preguntes a tu mujer cómo se siente, cómo se ha sentido hasta ahora, si algo de lo que haces le puede seguir molestando.
¿Cuáles son los mensajes que recibe el niño y que lo convertirán en conquistador?
A todos los chicos nos dan de serie unos privilegios que no tienen las mujeres. Se habla mucho del privilegio del hombre, pero es real, por ejemplo, el sentirte seguro.
En el segundo libro, “Laborachismo”, hablo del síndrome de la impostora, que le ocurre a muchas mujeres.
Algunas que están en grupos de empoderamiento en empresas grandes te cuentan: es que cuando mi jefa me dijo, tú vales, te quiero subir el sueldo y promocionar, me puse a llorar y sentí mucho miedo porque creí que no podría hacerlo.
A los hombres desde pequeñitos nos han trabajado en el sentido contrario: que eres el mejor, que salgas a pelear, que vas a ganar, a marcar más goles, a traer el dinero a la familia.
Hablo de lo que sucede tradicionalmente. Por suerte, creo que eso va a cambiar en las nuevas generaciones, pero hay que trabajar muchísimo.
Es muy difícil decirles a los hombres que hagan feminismo, porque les estás pidiendo que cedan privilegios, no nos vamos a engañar.
Decirles, oye, tienes que soltar cosas que te venían de serie y que no te pertenecen porque sí, le pertenecen a toda la humanidad y la humanidad son las mujeres también, tienes que soltar.
Cuando se tiene un hijo, ¿quién cede la media jornada?, ¿por qué casi siempre son las mujeres?
Tenemos un sistema laboral basado en el hombre, que no tiene en cuenta la vida, ni los cuidados. No deberíamos poner una reunión a las 5 de la tarde, porque es la hora que el niño sale del cole.
Debería estar prohibido, es una falta de respeto y de fundamento.
La conciliación, integrar el trabajo con la vida debería ser un aspecto fundamental. Si esto no está resuelto, seamos sinceros, nada está resuelto.
A propósito de las historias de abuso que relataste, increpas al lector: “¿Te has preguntado por qué las mujeres nos tienen miedo?” ¿Qué respondes?
Tuve muchas conversaciones sobre cosas que no sabía y el mayor golpe fueron la violencia y los miedos, el hecho de que estén tan ocultos.
Compartí las historias con mi pareja y con mi hija, que entonces tenía 17 años.
Y me alucinó porque de repente se abrió a hablar de actos de violencia hacia ella, que, a pesar de nuestra muy buena relación, no me había contado: que en un concierto se le acercaron, se le arrimaron…
Entonces te das cuenta del gran iceberg que existe, de la violencia que hay debajo.
Por supuesto que no es lo mismo la mujer aquí que en Afganistán. En España ha habido un Ministerio de Igualdad, políticas feministas y un despertar desde el MeToo; hemos sido combativos, pero la violencia existe, es sistémica y hay que luchar contra ella.
El primer paso es empatizar, soy muy pesado con eso, explícale a tu pareja que estás al lado de ella, que la vas a entender, porque hay otra cosa: como sociedad, en cuanto una mujer dice que le ocurre algo, la primera sospechosa es ella.
En tu libro hay un mensaje muy claro, muestras a la mujer junto a las llaves del coche, la pelota de fútbol y el chalé con piscina…
Ha habido un proceso de cosificación. La mujer es un objeto, me sirve para follar, para tener sexo y muchas veces no se tiene en cuenta a la persona, es alucinante.
El otro día oí que la primera investigación sobre el clítoris se hizo en 1998, cuando el pene se llevaba investigando desde los griegos.
Y dices ¿cómo puede ser? Es increíble, no se tiene en cuenta el placer de la mujer, el sentido de la mujer, la opinión de la mujer, las preferencias de la mujer.
Muchas veces en el porno es un saco de patatas que la gente utiliza, es horrible;de toda esta visión viene la violencia hacia el cuerpo de la mujer, el abuso, las violaciones.
¿Por qué el hombre llega a creer que cuerpo de la mujer puede ser de su propiedad?
Porque le han explicado que todo lo que hay en la Tierra es suyo.
Le han dicho mira, ¿ves todo lo que hay? Lo puedes usar. Oye ¿y ese ser que se mueve por ahí? Eso es una mujer. Ahora no lo entiendes, pero cuando crezcas, verás que también es para ti.
El privilegio es ese, que nos explican de pequeños que la mujer nos pertenece y que podemos hacer con ella lo que nos dé la gana.
Dibujas diversidad de penes en tu libro, en las cabezas de los hombres, en los edificios del distrito financiero. ¿Qué te pasa cuando los dibujas?
El pene es un símbolo.
Es la representación de la masculinidad. Curiosamente muchas cosas relacionadas con el poder tienen forma fálica: los grandes edificios, los misiles, cuando hablamos de la guerra, los tótems de las de las antiguas culturas.
Siempre ha estado asociado al poder.
Por otro lado, también el tamaño y la relación con la virilidad ha estado presente.
Me río con el pudor y los problemas que sigue habiendo entre los hombres con el pene.
Si sacas una conversación sobre el tamaño del pene o si tienen un gatillazo, todo el mundo se muere; un gatillazo es que no se ponga erecto, y la gente lo pasa mal, porque no nos han enseñado a aceptar nuestro cuerpo.
También tenemos una presión cultural y estética, como las mujeres. No al mismo nivel, pero tienes que estar a la altura, llevar el dinero a casa, ser el hombre potente en la cama, el que da placer; pero no va de eso, baja un poco, párate a pensar e intenta descubrir quién eres.
Pregúntate cosas, pregúntale a tu pareja, deja de montarte esa película que te han contado. Me parece que desmontar el pene es otro gran tema.
Hay que quitarle la importancia que nunca debió tener, hablar de él de una forma natural, mirándolo desde lo que es, un órgano más.
Muestras el machismo de diversas maneras: como una cadena, una jaula o una inmensa mochila ¿Cómo lo has ido experimentando?
Sobre todo, como una carga pesada, algo que nos ha caído, que no has elegido.
No eliges donde naces ni la cultura que te cae por defecto y es difícil deshacerte de esa carga.
Es fundamental que estemos en este camino junto a las mujeres, porque es un problema global, nuestro también, hay que asimilarlo, asumirlo, hay que dar pasos.
No basta ser feministas, hay que hacer cosas que vayan en el sentido de una igualdad real.
Hay que generar referentes masculinos positivos para que los chicos tengan una guía. ¡Mira, ese tío lo está haciendo de una forma diferente!, porque nos han metido tantos referentes de futbolistas, de gladiadores, de tíos sudados que hacen cosas de hombre.
Las chicas tienen referentes increíbles, es un trabajo que se está haciendo, al menos aquí, el decir, hay mujeres que han llegado y que no se ha hablado de ellas, miradlas están aquí arriba.
Y luego hay hombres que también hacen cosas, pero que saben bajar del privilegio, saben entender la relación con las mujeres de otra forma.
Te has convertido en un embajador de esta causa, eres feminista ¿Por qué les cuesta a los hombres cambiar el rostro y convertirse en referentes?
Si te dicen que después de trabajar en lugar de jugar al pádel, tienes que ir a recoger a tu hijo, igual no te apetece.
O si tienes que hacerte cargo de la organización de una casa, cuando es mucho más cómodo preguntar, oye, ¿qué quieres que haga?, por poner ejemplos cotidianos.
Y sobre todo admitir errores, nos cuesta muchísimo, no somos capaces.
Creo que a los hombres nos falta aprender de las mujeres de humildad, de empatía, de esto que se llaman soft skills, las habilidades suaves de las que no se hablaba hasta ahora, pero que van a ser cada vez más importantes.
Y ya era hora de que lo fueran.
“No estoy por encima de las mujeres” escribe repetidas veces un hombre en la viñeta, emulando los viejos castigos del colegio. ¿Qué más deberían escribir cien veces en su cuaderno?
No estoy a favor del castigo, es una broma. Muchas veces llevamos el humor al extremo para ver realmente y reírnos de ello.
Además de acercarse a las mujeres, preguntar y aprender, hay algo importante y es no volcar esto sobre ellas.
Si quieres dar pasos y ser más feminista, más igualitario, ir en contra del machismo, incluso analizar el machismo que llevas dentro, no le preguntes a tu mujer lo que hay que hacer.
No la cargues además con eso, ¡búscate la vida!
Hay muchas cosas, estos libros, que son un primer pasito.
Me hace mucha ilusión los padres que se lo han regalado a sus hijos, porque normalmente lo compran las mujeres, que a veces se lo regalan a los hombres. Hace poco un amigo me decía, mira, mi hijo no lee nunca cómics y el tuyo se lo ha empapado. Esto me parece lo máximo.