La Navidad es uno de los eventos más importantes para la religión católica, ya que se celebra el nacimiento de Jesús de Nazaret cada 25 de diciembre. Durante esta festividad, los colores más representativos son el rojo, verde y dorado.
La elección de estas tonalidades no es al azar, dado que cada uno de ellos tienen un significado especial. Uno por uno, cuál es el origen de estos colores:
El verde es uno de los colores principales de la Navidad debido al clásico árbol que se arma para la fiesta. La tradición surgió en los países nórdicos en las festividades del solsticio de invierno. En ese momento, los pueblos celtas decoraban robles talados con frutas y velas en un intento por “reanimarlos” y confirmar que florecerían durante el verano siguiente. Conocido como Yggdrasil en la mitología nórdica, representa la cosmovisión de los pueblos en el norte de Europa. En la Antigüedad, también se lo conocía como Frey y era usado para celebrar el nacimiento del dios del Sol y la fertilidad.
El rojo tiene un significado más religioso y representa la sangre que Jesucristo usó para limpiar los pecados.
El dorado hace referencia a la riqueza y las personas que ostentaban cargos elevados en la antigüedad. Además, distintas culturas antiguas le otorgaban al amarillo el valor de “nuevos comienzos” y, por su parecido al oro y al sol, fue relacionado con la riqueza, los cambios, la eternidad y la energía vital. Incluso, en algunas comunidades también se lo vinculó a la fertilidad. Actualmente, el color desprende alegría, brillo y optimismo.