Los expertos aseguran que aquellos niños que están expuestos a pantallas durante varias horas escuchan menos palabras nuevas, hablan poco y carecen de comunicación con sus padres.
La exposición prolongada a pantallas afecta el desarrollo verbal de los niños, impidiéndoles aprender más de 1.000 palabras nuevas y orillándolos a los efectos negativos del uso excesivo, como la depresión y la obesidad.
Un grupo de investigadores australianos de Telethon Kids Institute llevaron a cabo un seguimiento de más de 220 familias durante un período de dos años, utilizando un dispositivo de reconocimiento del habla en niños de uno a tres años.
Este “FitBit” lingüístico permitió rastrear la exposición a ruidos electrónicos y evaluar cómo el tiempo frente a pantallas afectaba las interacciones sociales. Los resultados revelaron que a medida que los niños pasaban más tiempo frente a dispositivos electrónicos, disminuían sus oportunidades de aprendizaje lingüístico, algo especialmente notorio en niños de tres años.
Los especialistas sugieren que “el tiempo de pantalla es un mecanismo que puede estar obstaculizando que los niños experimenten un entorno familiar rico en lenguaje durante los primeros años; las intervenciones dirigidas a promover el uso temprano del lenguaje deberían incluir apoyo para gestionar el tiempo de pantalla”.