Una madre haría lo que fuera por sus hijos, y Mary Ann Bevan fue la prueba de ello. Y es que, la mujer dejó atrás su dignidad para convertirse en “la mujer más fea del mundo” y poder criar a sus cuatro pequeños.
Mary Ann nació en 1874, en el este de Londres, donde vivía con sus siete hermanos. Fue allí donde estudió medicina y ejerció como enfermera. Su vida era completamente normal, como la de cualquier otra persona. Tenía su familia, un matrimonio feliz y una rutina constante.
Sin embargo, tras casarse, empezó a sufrir una dura enfermedad. Poco a poco empezó a sufrir un crecimiento anormal de su piel, se empezó a deformar su piel y a sufrir migrañas constantemente. Se trataba de acromegalia, un trastorno causado por un exceso de la hormona del crecimiento. Sin embargo, en aquella época no se tenía conocimiento de la enfermedad.
En apenas cinco años, el aspecto de Bevan cambió por completo. Durante todo este tiempo, su marido siempre estuvo ayudándola, hasta que de manera inesperada fallecía por un derrame celebrar en 1914. Así, la madre se quedó sola con sus cuatro hijos.
Debido a su enfermedad, su visión empeoró y tuvo que dejar su trabajo. Nadie quería contratarla debido a su aspecto. Estaba desesperada por encontrar alguna manera de poder ganar dinero para sustentar a su familia, por lo que decidió hacer algo que jamás se había imaginado. Tras decenas de intentos fallidos, acabó participando en el concurso “La mujer más fea”.
Aquella fue su mejor y peor decisión. Mary Ann venció a las 250 aspirantes y con ello el premio de la recompensa y el título. Así, en 1920, Samuel W. Gumpertz, un famoso showman, decidió contratarla para su espectáculo. Desde ese momento, hasta su muerte en 1933, la mujer pasaría a actuar en cientos de espectáculos circenses para el Dreamland Circus. Todo ello con un único objetivo, dar a sus hijos una buena vida.