Esta terapia poco conocida se destaca como la opción más efectiva y con menos efectos adversos ayudando a controlar aquellos pensamientos negativos que nos mantienen despiertos.
Los especialistas hacen hincapié en que, durante el sueño, se consolida la memoria, mejora el humor y se afianza el aprendizaje, entre otras cosas. A su vez, la falta de sueño puede provocar cambios anímicos y cognitivos como irritabilidad, ansiedad, decaimiento y falta de concentración.
En ese sentido, la terapia cognitivo-conductual es la primera opción de tratamiento para el insomnio y la que cuenta con más y mejor evidencia sobre su eficacia y menor reporte de efectos adversos. Sin embargo, mucha gente no sabe dónde realizarla, quedando como única opción la farmacoterapia.
La parte cognitiva de la terapia enseña a detectar y modificar las creencias que afectan al sueño. Además de ayudar a combatir los pensamientos negativos puede cerrar el ciclo en el que la persona se preocupa por no poder dormir.
La parte conductual de la terapia cognitivo conductual ayuda a aprender buenos hábitos de sueño y a frenar los comportamientos que no permiten dormir bien.
En los últimos tiempos, los expertos están poniendo el foco en facilitar la accesibilidad al tratamiento, distribuyendo distintas modalidades de intervención de acuerdo con la severidad del problema del sueño, empezando, en la base, con acciones de cuidado de la salud del sueño en escuelas, organizaciones y entidades comunitarias.