Israel ya decidió atacar a Irán, pero debate los blancos a destruir por sus resultados geopolíticos y económicas. Benjamín Netanyahu quiere golpear a Teherán para forzar un cambio en el tablero regional, y a la vez asume los efectos de una ofensiva que puede desestabilizar la economía global y causar consecuencias políticas en Estados Unidos, a un mes exacto de sus elecciones presidenciales.
El jefe de Gobierno israelí considera que Iránenfrenta una crisis de liderazgo y que un golpe fuerte puede causar un efecto dominó en la política de alianzas a nivel país que fija el status quo en el mundo árabe.
Esa mirada estratégica de Netanyahu -que dilata la ofensiva sobre Irán- está atada al blanco iraní a destruir. Si son las refinerías petroleras, el precio del barril puede subir, y ese efecto económico influye en la toma de decisiones de países como Qatar y Arabia Saudita.
En este contexto de economía global, el gobierno de Israel tampoco olvida la situación doméstica en Estados Unidos: Kamala Harris y Donald Trump van a elecciones presidenciales el próximo 5 de noviembre, y la suba del combustible puede afectar las tendencias electorales. Jimmy Carter perdió frente a Ronald Reagan por la crisis de los rehenes en Irán y el incremento de la nafta en las estaciones de servicio.