Primero fue una obra de teatro, luego una novela infantil y a mediados del siglo pasado la mano de Walt Disney llevó al “niño que no quería crecer” al cine. La historia de James Barrie, el escritor que le dio vida al compañero de aventuras de Campanita.
La muerte marcó su infancia. Pero, además, rodeó el resto de su vida como un huésped hostil, como un enemigo poderoso, imbatible, irrevocable. Él volcó su desconcierto y sus angustias en un libro inmortal que esconde en su trama de cuento de hadas, el perfil de su autor, James Matthew Barrie, el chico al que hospedó la muerte y que hizo todo lo que estuvo a su alcance para aliviar el que sería o imaginaba su adiós final. Por lo pronto no llegar a adulto era una manera de mantener alejada a una entidad tan cruel.
El libro que se haría inmortal tuvo como antecedente una obra de teatro: “Peter Pan, or the boy who wouldn’t grow up – Peter Pan o el niño que no quería crecer”, que se estrenó el 27 de diciembre de 1904, hace ciento veinte años. Tuvo un éxito atronador y fue el cimiento de la novela infantil: “Peter Pan y Wendy”. En 1953, Walt Disney le puso su sello a la historia, le puso caras, alas y magia a los personajes creados por Barrie, a Peter Pan, a sus aventuras, al capitán Garfio, al polvo de estrellas que hacía volar la imaginación infantil; todo se eternizó en los dibujos gráciles y etéreos de los estudios que urdieron la infancia de varias generaciones.
Todo Peter Pan, su decisión de nunca crecer, su relación con Wendy, una chica de doce años que lo acompaña junto a sus hermanos al país del Nunca Jamás y hace de madre postiza de los chicos perdidos que habitan esa tierra lejana; su contrafigura, Campanita, el hada privada de Peter; todo el entramado de la novela infantil cayó con los años en la interpretación psicológica, en el laberinto que encierra la invención de Barrie, su narrativa, la simbología oculta o evidente de sus personajes de leyenda. Esa es tela para otras vestiduras.
La vida de Barrie fue una novela no tan oculta, jamás escrita como tal, que va desde su particular tragedia personal hasta el hallazgo de los personajes que serían llevados a su novela, incluida la sospecha de su homosexualidad, vecina a la pedofilia, y sacudida por el calvario del desapego y la cercanía de la muerte
James Barrie nació el 9 de mayo de 1860 en Kirriemuir, Escocia; era el noveno de diez hijos de un tejedor manual, acaso próspero, de aquellos que iban a ver sus vidas trastocadas por la Revolución Industrial, inminente cuando nació James. Su madre, Margaret Ogilvy, preocupada por la educación de sus diez hijos, había visto al mayor, Alexander, graduarse con honores en la Universidad de Aberdeen.
Sus esperanzas, así son las madres, estaban puestas en el segundo de sus chicos, David, que hacía pensar a Margaret que estaba destinado a mayores logros. Pero entonces cayó la fatalidad sobre la familia: David se mató en una caída mientras patinaba sobre hielo: tenía catorce años.
La tragedia devastó a Margaret, cayó en una profunda depresión, en una agitada congoja, en una especie de agonía sin esperanzas que, más tarde, su hijo James describió en una biografía novelada, “Margaret Ogilvy; by her son – Margaret Ogilvy por su hijo”, dedicada a su hermana Jane Ann.
Las páginas son una minuciosa descripción de sus propios sentimientos, de sus atropelladas emociones por intentar mejorar el delicado estado mental de su madre: el chico hasta intentó reemplazar a su hermano muerto. Por un lado, el esfuerzo de James entonó el afecto entre madre e hijo; por otro lado, la certeza de lo imposible y cierto desdén materno hacia sus ingenuos esfuerzos, hicieron de su vida joven un modesto calvario personal que marcaría los pasos a dar por el resto de su vida.
Fue alumno de la Dumfries Academy durante toda su adolescencia y siguió sus estudios en la Universidad de Edimburgo, donde se graduó en 1882, mientras colaboraba también con el periódico “Edinburgh Evening Courant”. El periodismo le abrió las puertas de una profesión que él mismo extendió hacia la literatura. A los veintidós años trabajó para el “Nottingham Journal”, hasta que se mudó a Londres no sólo por mejores ofertas de trabajo, sino para poner distancia con aquel hogar trasegado por el dolor. Se lanzó a escribir ficción y drama. Era un muchacho de muy baja estatura, no pasaba del metro cincuenta, una especie de Peter Pan adulto convertido en un autor de éxito. Entre 1888 y 1902, Barrie publicó novelas exitosas, inspiradas en el pueblo de su nacimiento, con personajes de ficción, uno llamado Thrums y otro llamado Tommy. En 1901 apareció “The little white bird – El pajarito blanco”, donde aparece por primera vez un embrión de Peter Pan.
En 1894 Barrie, que tenía entonces treinta y cuatro años, se casó con la actriz Mary Ansell. El matrimonio tuvo corta vida: se separaron en 1909 cuando él descubrió que Mary tenía un amante y, según la otra mitad de la biblioteca, cuando ella se cansó de ser una madre postiza para el atribulado joven Barrie. Para entonces, el novelista ya había consagrado a Peter Pan como su gran éxito y su mejor obra. Toda la historia había empezado en 1897.