Los árboles forman parte de la naturaleza, y tienen una gran importancia para el equilibrio ecológico. Pero, ¿sabes qué relación tienen los árboles con las nubes?
El ciclo del agua es un proceso que involucra factores físicos y biológicos. Muy sintéticamente, el vapor de agua presente en la atmósfera se condensa formando nubes, precipita en forma de lluvia, nieve o granizo, y se deposita en la superficie de la tierra. Luego discurre, ya sea en superficie o por el subsuelo, hasta el mar, y desde cualquiera de esos lugares, se evapora, volviendo a cargar de vapor de agua la atmósfera.
El papel de los árboles en el ciclo del agua
Por supuesto, el ciclo no es tan sencillo, y presenta pormenores que permiten entrar a detalle en algunos aspectos. Uno de ellos tiene que ver con la vegetación. Las plantas, y sobre todo los árboles, tienen la capacidad de obtener agua retenida en el suelo, y transportarla hasta las hojas, por donde se evapora. Este proceso, conocido como evapotranspiración, acelera la salida del agua del subsuelo, que normalmente se mueve de forma muy lenta, y recarga la atmósfera con mayor facilidad, alimentando el ciclo del agua. Además, atempera el ambiente, facilitando la condensación.
Teniendo en cuenta lo anterior, podríamos decir, de entrada, que los árboles ayudan a una mayor humedad relativa en el aire, y por tanto, ayudan a la formación de las nubes. Sin embargo, en la condensación de las nubes se involucran otros factores, además de la presencia de vapor de agua en la atmósfera y su temperatura.
Cómo se forma una nube
Al contrario de lo que se suele pensar, una nube no es vapor, que no es visible, sino la acumulación de diminutas gotas o cristales de hielo que se mantienen en suspensión en el aire. Para que se forme una nube tienen que darse, por lo tanto, varias condiciones.
Por un lado, es necesario que el aire tenga una humedad relativa elevada; al fin y al cabo, es necesario el vapor de agua para que se dé la condensación y se formen esas pequeñas gotas. Además tiene que suceder un cambio en las condiciones atmosféricas locales; el aire tiene mayor capacidad de retener humedad cuanta mayor es la temperatura. Si un aire muy húmedo pierde calor, pierde capacidad para retener esa humedad, y el vapor de agua que ya no puede sostener se condensa. Por ese motivo, cuando una masa de aire caliente y húmedo choca contra una cadena montañosa, al ascender, se enfría rápidamente, y el vapor se condensa formando nubes.
Pero hay otro componente esencial en la formación de gotas o cristales que conforman la nube: los núcleos de condensación. Son aerosoles, es decir, partículas diminutas formadas por polvo, esporas, sales, microplásticos o pequeñas gotas de sustancias parcialmente volátiles, que presentan una capacidad higroscópica, es decir, que retienen las moléculas de agua. En torno a los núcleos de condensación se va incorporando cada vez más agua, formando así gotas cada vez más grandes, en un proceso denominado nucleación.
Es posible observar las huellas de este proceso, si se sabe dónde mirar. Al seccionar o romper un pedrisco de una granizada, en ocasiones se aprecian una especie de anillos de crecimiento en miniatura, que recuerdan a los anillos del tronco de los árboles. Esos anillos muestran las capas sucesivas que se han ido condensando sobre la esfera de hielo, desde un punto de inicio en el centro, formando un granizo cada vez mayor. En el centro del pedrisco estará la partícula —microscópica— que funcionó originalmente como núcleo de condensación.
Los árboles emiten núcleos de condensación
Tal y como se ha introducido, los árboles tienen un papel importante en el proceso del ciclo del agua. Sin embargo, su participación en la formación de nubes es mucho más profunda. Un estudio reciente llevado a cabo por Lubna Dada y colaboradores, del Instituto Paul Scherrer en Villigen, Suiza, ha revelado la influencia significativa de los sesquiterpenos, compuestos químicos liberados por árboles, en el proceso de formación de nuevas partículas en la atmósfera, que pueden funcionar como núcleos de condensación. Entre estos sesquiterpenos, destaca el β-cariofileno, cuyo papel se ha identificado como crucial en la dinámica atmosférica.
Los sesquiterpenos son moléculas orgánicas volátiles que emiten las plantas naturalmente, y su contribución a la formación de partículas atmosféricas ha sido subestimada en comparación con otros aerosoles. Sin embargo, los resultados de este estudio, publicado en Sciences Advances, revelan el rol fundamental de los sesquiterpenos, especialmente debido a su alta masa molecular.
Cuando los sesquiterpenos, como el β-cariofileno, son liberados por los árboles, se oxidan en la atmósfera y generan compuestos orgánicos de volatilidad extremadamente baja. Estas partículas presentan una fuerte higroscopía, y por lo tanto, facilitan en gran medida la condensación, y contribuyen así a la formación de nubes.
Así pues, los bosques emergen de forma inesperada en la dinámica atmosférica. Los árboles, con su liberación de sesquiterpenos y el proceso de evapotranspiración, desencadenan por sí solos procesos de formación de nubes. Un hecho que nos muestra que la unión entre la dinámica atmosférica y la vida de las plantas es más íntima de lo que pensábamos. Una íntima relación que resuena en cada gota de lluvia.