En el marco electoral argentino, los votos válidos se dividen en dos categorías: afirmativos, que eligen alguna opción electoral, y blancos, depositados en la urna con un sobre vacío o con un papel sin inscripciones ni imágenes. Aunque el voto en blanco es válido, representa la abstención de elegir entre las propuestas, expresando disconformidad con la oferta electoral vigente.
En el balotaje, el voto en blanco no tiene efecto sobre el resultado de la votación. Solo se consideran los votos afirmativos por alguna boleta partidaria. La fórmula presidencial que sume más votos individuales es la que resultará vencedora, sin importar el porcentaje o la cantidad de votos blancos, impugnados o nulos.
A diferencia de otras elecciones, en el balotaje el voto en blanco no beneficia indirectamente a ningún candidato en particular. Solo los votos afirmativos determinan el resultado, excluyendo el conteo de votos en blanco. Esta particularidad contrasta con elecciones generales donde la proporción de votos afirmativos se divide sobre la cantidad total de votos, impactando en el porcentaje necesario para ganar en primera vuelta.