El 23 de agosto de 1812 Manuel Belgrano ordenó a la población de San Salvador de Jujuy abandonar la ciudad, dejando “tierra arrasada” al enemigo Realista, que avanzaba en gran número desde el Alto Perú. Un “retroceso” que supuso una victoria posterior, clave para la lucha emancipatoria, que la historia conoce como éxodo jujeño.
Se trató de una orden que el Primer Triunvirato le dio al jefe del Ejército del Norte -que Belgrano sólo iba a cumplir parcialmente- y que proponía la retirada hasta Córdoba, ya que se estimaba que en Jujuy no se podría resistir el avance de las tropas españolas lideradas por el brigadier Tristán, de unos 4.000 hombres.
De esta forma se inició el éxodo, por el cúal se ordenó la destrucción de cuanto pudiera ser útil al enemigo. Belgrano dictó un bando el 29 de julio, dirigido a todo el pueblo de Jujuy, disponiendo la retirada, bajo pena de fusilamiento. La orden especificaba que la retirada debía dejar “campo raso” al enemigo, de modo de “no facilitarle casa, alimento, ganado, mercancías ni cosa alguna que le fuera utilizable”. Fue así que unas 1500 personas de un total de 2500 a 3500 abandonaron sus tierras e iniciaron la famosa gesta heroica del 23 de Agosto.