Tarcisio Rubín, un misionero que dejó su legado en San Pedro de Jujuy, está en proceso de beatificación.
El proceso de beatificación de Tarcisio Rubín prosigue en el Vaticano, en Italia, y para ello se continúan recabando testimonios y datos sobre los numerosos milagros que obró el misionero de congregación scalabriniana, al cumplirse 41 años de su fallecimiento.
En San Pedro de Jujuy recordaron con un triduo y una misa celebrada recientemente en el cementerio Cristo Rey de esa ciudad, donde descansan los restos del religioso. El padre Jorge García Méndez explicó que se está en plena preparación del Jubileo 2025.
“La segunda parte de la novena que estoy preparando para el padre Tarcisio, lo define como un hombre de oración, un mensajero para los sencillos y un sacerdote para los sacerdotes. Ese es el testimonio que narra el padre Luciano Biaggio en el libro donde cuenta la biografía de Tarcisio, para quien la oración fue el alimento de la fe en su expresión más pura, fue un grito silencioso que surgió de su corazón, que creyó y confió en Dios”, indicó.
Aseguró que el padre Rubín vivió “plenamente la oración desde el silencio; confiando siempre en Dios y en la vida que nos da Él, nos enseñó a orar desde la Biblia”, y agregó que “desde siempre, las comunidades jujeñas que compartieron un tiempo de vida con el padre Tarcisio Rubín lo definieron como un santo”.
Dijo que “el misionero irradiaba santidad, no sólo en sus palabras, sino en la humildad de sus actos, en la entrega sin límite en su servicio a los pobres. Nunca esperó que los pobres llegaran a él, porque él mismo salía a buscarlos”.
“Para muchos trabajadores golondrinas, el padre Tarcisio fue la más fiel compañía. Terminaba la zafra en el norte y los seguía a la cosecha de tabaco, de la uva en Mendoza, de la manzana en Río Negro, a las minas”, subrayó García Méndez.
¿Quién fue Tarcisio Rubín?
Nació el 6 de mayo de 1929 en el pueblo de Loreggia, provincia de Padua, en Italia. Fue ordenado sacerdote el 21 de marzo de 1953, en la catedral de la Piacenza. Llegó a la Argentina el 9 de abril de 1974 y un año después llegó al norte.
Fue figura preponderante en el establecimiento y organización de los misioneros scalabrinianos en la ciudad de San Pedro de Jujuy, desde donde se canalizaron las actividades para la atención de los migrantes de toda la zona.
En 1983 cayó gravemente enfermo y fue derivado a un centro especializado en Córdoba, pero decidió cumplir su último sueño que era volver a Jujuy. Al llegar se dirigió a la localidad de San Francisco, en el departamento de Valle Grande.Cuando llegó pidió a la comunidad que preparara todo para la fiesta patronal que se aproximaba el 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, y decidió subir los cerros para visitar a las familias de Alto Calilegua, donde el 2 de octubre lo recibieron con honores.