El 31 de octubre Bioware lanza Dragon Age The Veilguard, la esperada cuarta entrega de esta icónica saga de juegos de rol. Después de tres hits, ¿queda algo para sorprender?
Después del batacazo del Baldur´s Gate 3, Bioware no se podía quedar atrás y en junio de este año anunció la esperada cuarta entrega de la saga, Dragon Age The Veilguard, que ya había cambiado tres veces de nombre. Aunque el desarrollo del juego comenzó en 2015, en 2018 fue revelado como “Dragon Age 4”, luego como “The Dreadwolf” en 2022 para terminar en el título que tenemos ahora.
Con tantas idas y vueltas y algunos tráilers de recibimiento mezclado, las expectativas parecían estar bastante bajas, pero no quedo duda que cuando llegó la hora de probarlo, no queda más que asegurar que este RPG va a cerrar la boca de todos sus detractores.
Primero lo primero. En este RPG de aventura y acción en tiempo real en tercera persona, el menú de creación de personajes es de lo más completo de los últimos años. Ya los primeros juegos se destacaban en ese aspecto, pero acá la personalización está llevada al máximo. No solo eso, sino que es posible alterar al protagonista en cualquier momento del juego, vía un espejo que te dirige a la interfaz dentro de su habitación en la base de operaciones (es decir, el lugar seguro en donde los personajes descansan entre quest y quest). Nada es fijo. El jugador puede elegir en cualquier momento de la aventura alterar la apariencia, nombre (que es solo visible para el jugador, ya que todos los personajes se dirigen al principal con el apodo Rook), pronombres, género, en fin; las posibilidades son infinitas.
CARACTERISTICAS DESTACABLES:
- El otro aspecto que salta a la vista de manera inmediata es el sistema de combate. Bioware le realizó un refresh completo al juego, quitando por completo los turnos y optando por peleas dinámicas en tiempo real, del estilo de juegos como Final Fantasy XVI o God of War. Este nuevo enfoque está muy bien realizado, le aporta un dinamismo y adrenalina a los combates que antes no estaba. Por supuesto, los fanáticos del combate por turnos van a tener que adaptarse al nuevo ritmo.
- Las acciones de los compañeros no son tan personalizables y, a diferencia de las otras entregas, la derrota depende únicamente del principal. Esta característica en ocasiones hace sentir a los acompañantes como accesorios, más que co protagonistas, pero por suerte el juego logra compensar esta debilidad de otras maneras.
- Los escenarios están muy bien logrados, simulan un mundo abierto pero en realidad son lineales y es casi imposible perderse, exceptuando una zona misteriosa llamada “la encrucijada” que funciona como una conexión entre varios mundos y tiene mucha más apertura y variación de nivel de enemigos a la hora de explorar.
- La cantidad de habilidades y posibilidades es inmensa. Como en la mayoría de los RPGs, al iniciar se debe elegir una raza y clase.
- Los enemigos tienen ciertas vulnerabilidades a tipos de daño, por lo que el jugador puede ir cambiando sus opciones de combate a medida que va enfrentándose a distintos oponentes sin ningún tipo de castigo.
- Los modos también son personalizables, desde muy fácil hasta muy difícil, pero también con la opción de agregar más o menos dificultad en aspectos separados. Es evidente que el estudio se propuso llevar la libertad de elección al extremo, algo característico en la saga Dragon Age que había menguado en su último juego, Inquisition.